sábado, 29 de marzo de 2008

Bitácora del andasolo


Balam Rodrigo

[esbozo de un poema apócrifo escrito en papel de estraza entre frontera # 158 , colonia roma , y una fonda de caldos en la colonia doctores , año de Dios del dos mil dos o dos mil tres]*

Para los habitantes de la “López Mérida”: Don Leonel (mi tío),
Leonel Arturo (el “Chino”), Don Manfredo y Leoncio


[...] estoy el cuerpo en frontera # 158 , col. roma ,
sastrería “ lópez mérida ” , atrincherados la nostalgia
y el terco corazón entre las viejas y las nuevas telas ,
sitiado por pedazos de sombra zurcidos a los ojos
con hilos de nostalgia y agujas de silencio ;
la greda pinta su raya en el casimir de la memoria
y la cinta métrica mide los latidos junto a la escuadra
que tiene esquinas pero no manzanas ;
los afilados dedos de mi tío , don leonel , trabajan
y zurcen los lienzos del relámpago y su trueno
que tarda siglos en aquietarse en los oídos ;
“ está lloviendo ” , le digo , y , “ huele a tierra mojada ”
— adelanto mi empolvada lengua sobre la mesa — ;
respira hondo don leonel , que pétreo y arcano
me responde : “ aquí la ciudad no huele a tierra ,
aquí la lluvia y la vida son la gran diabla y apestan
las muy mierdas ” ; más allá del banco atermitado
en el que monto y trato de domar los númenes
que la tarde exprime desde el sucio trapo de las nubes ,
cifro con lápiz las medidas de la palabra que se yergue
al fondo de las máquinas para hacer con ella un traje vivo
a la medida de la voz , hoja que es toda andrajos ya ;
y así , cosida a los orines que arrastran las aguas
por grietas y banquetas , rompo mi lengua en esquirlas
y remiendo mis labios para que no se escape más ;
y aquí , y sólo aquí , en estas cuatro paredes del taller
que hacen al mundo — poliédrico y anguloso
como la calle , entraña abierta que deja su inmundicia
a la intemperie — escribo para solaz de ángeles
y pájaros ahogados ; no bien tose don manfredo
— el sastre maestro — y levanta los ojos ya gastados
por el ir y venir desde la tela de los pensamientos
que giran sobre su casa en tacubaya , hasta volver
a las fauces de la roma , y dice , revirando la voz
por un momento : “ aquí zurcimos hoyos , cosemos luz
y trabajamos hasta que el sol — botón de argento vivo —
se mete en los ojales de la muerte y el insomnio ” ;
alfil parapetado atrás del muro de la “ singer ” ,
y en tanto apura valencianas e invisibles puntadas ,
( h ) ojea y espeta leoncio : “ la revista claroscuro
publica buenas fotos en negro y blanco ” ( sé yo
cuando le miro que ha cortado con la risa
un par de íconos que guarda entre las telas ) ;
aquí jamás ha estado el sur tan más cercano y más
dentro de los ojos : en la pared palpita un almanaque
chapín que nota al pie nos dice : impreso en la ciudad
de tecún umán , guatemala , c. a. ; sobre la mesa
un cadáver inglés muy casimir revela senda postal
del lago atitlán y sus cántaros azules ; ( el rumor
de la frontera y su garganta extranjera nos susurran
al oído la más saudosa voz : sololá ) ; aletea de bruces
la lengua de mi tío : “ oí vos pelón , el santo de esquipulas
lo cura todo , deberías de ir ” ; y yo escribo en el aire :
locura todo , mientras recuerdo los rezos y murmullos :
“ caldo de zopilote para los locos , lagañas de perro
para ver los espíritus del otro mundo , pezuñas
de tepezcuintle pa’l mal de parto y pa’ las muinas ”
;
luego la sastre voz de quien ha sido peregrino
en esquipulas : “ allá tenés que hilvanar mucho camino ” ,
y , “ es muy buenísimo el tan santo , aunque muy agrio
es el tal peregrinar ” ; enhebro las venas y la sangre
a través del ojo de la aguja por el que pasa esta ciudad
y sus historias , y atiza otras lenguas don leonel :
javier solís era vecino nuestro , vivía a la vuelta
de la casa en tacubaya y no lo soltábamos
hasta que nos cantaba ésa canción ( y silba y tararea :
payaso , soy un triste ... ” ) con él fuimos bolos
varias veces , y ya ensalmados con su voz , caíamos
al abismo de los tragos y dormíamos en las banquetas
al igual que pájaros entre las ramas que columpia
el viento ” ; guardo esa voz y el índigo alfabeto
de mi tío : y sé que aquí todos somos dos o tres
o cuatro o más tristes payasos cantando en un anfiteatro
en el que hablamos cadáveres de una patria ya muerta
y lejana ; languidece el día y yo anhelo mi “ cama ” :
resortes de cartón que esperan la enésima caída
de mis huesos en la esquina del taller y buscan envolver
mi cuerpo entre sábanas de sueño y celulosa ;
“ en este colchón han pernoctado varios famosos
a quienes el suelo no incomoda ” ; se despiden leoncio
y don manfredo mientras el manto de la noche
se desteje : me alcanza don leonel con tres pedazos
de aire engastados : “ bajá la cortina ” , y , luego
de un hachazo de respiros , “ en tapachula jugaba
el gran « poeta de la zurda » ¡ qué chapín tan más
jugadorazo , que madrazos de gol sacaba de la pierna
chueca ! ” ; trato de remendar los odres del tiempo
al hilvanar los despojos de aquellos días ;
continuamos la plática con un dedal y un ramo
de alfileres bajo la lengua que sonámbula repite
los mismos coros de la “ singer ” ( callan las sombras
y redobla un eco sin remedio : “ tac-trac, tac-trac,
tac-trac, tac-trac-trac-trac ” ; — nos visita ya
y nos besa la epilepsia núbil de la noche — ;
apenas cierro los ojos , amanece : “ abrí la cortina ”
y , “ si no abrió « el yucateco » , nos vamos a los caldos
de huacal ” ; derramo la última gota de sueño
de mis párpados en tanto escuchamos el fonógrafo
y bebemos las primeras letras del fútbol : el “ esto ”,
y el aquello ; látigos de polvo apuran el tiempo
y otra vez posa la tarde su terrible garra sobre nosotros :
son ya las cuatro , y es hora de comer ; “ bajá
la cortina y poné el candado ” ; la tarde numerosa
lo ciega y lo zurce todo con su hierro ; salimos
a la calle , cruzamos av cuauhtémoc , y arrastramos
el hambre hasta llegar al restorán “ el yucateco ” ,
que no abrió ; jalamos de nuevo el estómago
y los perros retorcidos de la entraña hasta los caldos
de la esquina donde entramos ; ( llora una famélica
mujer a espaldas de la mesa , anémica y plañidera
a la que vi el enjuto y parco rostro jamás ) ; entre huacales
y tortillas — caídos soles en el tiznado cielo del comal —
afilo este pedazo de niebla escrito a jirones en papel
de estraza , abismo estas páginas desleídas
y perfumadas con el olor de la cebolla y el cilantro
al igual que mis manos que guardo en los bolsillos ,
vacías al igual que mi estómago que ambula
como un perro hambriento en la doctores del domingo ,
tan oblicua y ajetreada y tan dura e indómita
como el mesero y los comensales , hasta que vuelve
otra vez mi espíritu a la mesa una vez servido mi caldo ,
y entonces me pregunta don leonel : “ ¿que tanto escribes? ” ;
y yo en el fondo quiero decirle que intento ser
aquél poeta , el gran « poeta de la zurda » ,
ese que jugaba fútbol en los llaneros de malacatán
en guatemala y los del “ córdova ” en tapachula ;
pero bien sé yo que izquierdos no tengo ni el corazón
ni la pierna , aunque muerdo en el aire un ala
y hundo la cuchara de los ojos en esta humeante
página sin plato en la que cifro para mis más dentros :
“ quien remoja la lengua y el corazón entre las llamas
del silencio y no se agüita , ni se queja , y quien procura
sólo vivir para las letras sorteando el hambre y los
inciertos rigores y tormentos del poema — de la vida — ,
ése , el poeta : el que juega con la palabra de la más
abzurda lengua ” ; ( y ya le paro aquí con mi sermón
zurdo lector que vas desde la izquierda letra a la derecha
mientras exprimo un gordo limón sobre mi caldo
y me zampo un monolítico taco de sal con aguacate ) [...]

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*(De Icarías, Premio Nacional de Poesía San Román 2007)

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