sábado, 23 de febrero de 2008

Bitácora del andasolo

Siglos de tinta fantasma

Balam Rodrigo



Creo en mi pueblo
que por quinientos años
ha sido explotado sin descanso.
Creo en sus hijos
concebidos en la lucha y la miseria [...]

Claribel Alegría


A Víctor Manuel y Gabriela, mis padres


1.

Han asaltado a mi padre en Malacatán, Guatemala. Varias mujeres armadas con miedo y un pedazo de metal afilado lo amenazan de muerte, lo injurian y abofetean mientras le arrebatan las mercancías y el dinero.
¡Mexicano ladrón! le gritan agriamente, esperando la aprobación del acto por parte de la muchedumbre que se reúne en torno al remolino, recelosa y colérica.


2.

Cerca de allí una veintena de hombres espera que mi padre les dé el primer motivo de violencia para lincharlo. No obstante la oscuridad y la humillación —escenarios de este infame abuso—, mi padre les deja mansamente y se escurre por las callejuelas hasta alcanzar la principal avenida que se ilumina con una brasa torpe.
Tiene en los bolsillos diez quetzales y el corazón entumecido en estropajos. El alma que le asiste lleva las alas rotas y el pájaro niño que habita sus recuerdos, ha gemido de impotencia.



3.

Son los riesgos de nuestra clandestinidad aprobada por el hambre, de nuestra irrealidad construida por las injusticias de la frontera y padecida por los hombres que vivimos del comercio en las calles.
Mi padre me enseñó este duro pero hermoso oficio: la acrobacia del vendedor ambulante, la venta de las múltiples mercancías de marchante en marchante.
El comercio de sueños entre aquellos que poco tienen para soñar.



4.

Funambulista entre los que nada tienen, mi padre:
Prestidigitador del vacío entre sórdidos suburbios.



5.

Mi padre regresa a la frontera a bordo de un destartalado automóvil cuyo tripulante maneja absorto en la bocaza de la noche. Al alcanzar la otra orilla del Suchiate, recobra los colores, pero también la fiebre de la miseria.
Después de una bocanada de aire aprieta los dientes y los puños. Estás en casa, se dice, pero bien sabe que son hipócritas estas palabras.
En condiciones de miseria nada hay que pueda llamarse hogar, sólo la muerte.



6.

De regreso a Tapachula, mi padre escupe fuera de la ventanilla del autobús y piensa en los caballos que montaba cuando niño dejándose llevar por el olor de aquellos caminos veteranos entre ceibas y cafetales mientras evoca el persistente rechinar del cuero recién curtido y engrasado de las monturas.



7.

En nuestra casa —húmedo y herrumbrado armatoste erguido a orillas de la ciudad— mi madre costura telas baratas de las que salen los vestidos ensoñados por sus clientas, y en cada puntada, en cada zurcido, ella bien sabe que deja un poco de sus días, los segundos desatados de su historia:
Hace todo con amor porque no conoce otro camino.
Sus magníficas obras de telas deambulan cubriendo varios cuerpos en las calles mediocres y su artificio es más conocido en estos barrios que todos los libros que yo frecuento.



8.

Hace unas horas, mi madre se pinchó el índice al bordar un ojal y presintió lo de mi padre, pero ha seguido trabajando hasta agotar los ojos.
De pronto, vuelve a sus cavilaciones y piensa en nosotros que estamos en la gran ciudad, en este nido de perros y ratas que pasamos la vida imitando a los seres humanos.



9.

Mi padre sigue absorto en el autobús y yo no quiero apartarlo de sus visiones, como tampoco a mi madre. Les dejo crecer en estas líneas perdidas donde quizá encuentren la paz que les ha sido negada por el hambre que nos persigue como una maldición desde hace siglos.
Y yo sigo buscando las nuevas palabras, hurgo las páginas de unos cuantos libros y trato de domesticar a la muerte para que nos abrace dócil, tierna, y nos reconozca al final del camino entre silbidos y marañas de bejuco.



10.

En esta página herida en la que escribo sobre mis padres lleno mis ojos con la textura de sus manos mientras las mías pierden su fuerza en el teclado del ordenador en el que vierto estas letras inútiles, estos siglos de tinta fantasma que no pueden forjar un poco de pan para los míos, pero que atestiguan su existencia y su memoria.

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