viernes, 21 de diciembre de 2007

La ideología en la obra de arte



Alejandro Aldana Sellschopp

Empezaremos tratando de saber qué es la ideología. Sin extendernos en el intento de definición, diremos que el término fue acuñado por el filósofo Antoine Destutt de Tracy, cuyo significado se orienta a un amplio sistema de conceptos y creencias, muchas veces (pero no necesariamente) de naturaleza política, que defiende un grupo o un individuo. Sin embargo, con el paso del tiempo el significado ha cambiado y el concepto moderno nace con los escritos de Karl Marx, quien apuntaba que las ideologías eran sistemas teóricos erróneos formados por conceptos políticos, sociales y morales; es decir, no lo limita a una esfera puramente política.
Expresado así, es necesario decir que quitarle a la obra de arte su contenido ideológico, es imposible, casi absurdo. Toda obra de arte contiene elementos ideológicos (las ideas del autor, de su tiempo, de su clase). Lo que no se puede afirmar es que la obra sea UNA ideología; el arte forma parte de una superestructura; por ello, tiene relaciones con la ideología, conlleva un contenido ideológico. Se dice que la obra de gran estilo tiene frecuentemente el contenido ideológico más rico, pues representa en una forma sensible una idea del mundo. En el Manifiesto Comunista (1892) se lee en el prefacio de Engles para la edición italiana: “ Dante, último poeta de la edad media, primer poeta del mundo nuevo, expone una concepción teológica (ideológica) ya superada.”
Toda obra se hace con, por un lado, el realismo (“”) y, sobre todo, con lo imaginario; pues bien, este elemento imaginario forma parte del contenido ideológico; cuando una cultura ha desaparecido y con ella su idea del mundo (cósmovision), se recurre muchas de las veces a sus productos artísticos para su conocimiento.
Se debe decir que las obras “puramente” estéticas tuvieron un sentido político muy preciso, por ejemplo: Virgilio o el teatro Isabelino, aquí cabría el estudio del desplazamiento de la relación estética.
José Revueltas hace un análisis muy interesante al respecto, dice que “en primer lugar el arte pertenece a la ideología, y en segundo lugar, porque, consecuentemente, toda obra de arte refleja, en mayor o menor grado, (bien en la forma o bien en el contenido), los rasgos esenciales del contexto histórico dentro del cual fue creada (y esto implica ya, en sí mismo, un existir dentro de la ideología de la época)”.
Querer decir que la obra de arte está exenta de ideología, es como decir que es ahistórica, lo cual es otra aberración.
Por ejemplo una parte de Romeo y Julieta:

Es tan sólo tu nombre mi enemigo,
Tú fueras tú, Montesco o no Montesco.
¿Qué es Montesco?, decid. Ni pie, ni mano,
ni brazo, ni semblante, parte alguna
que al hombre pertenezca. ¡Cambia el nombre!
¿Qué hay en un nombre? La que rosa llamo,
tendrá, bajo otro nombre, dulce aroma:
Romeo, sin llamarse Romeo,
Tendrá la cara perfección que debe
Sin tal dictado. ¡Quita, pues, tu nombre,
Y, a cambio de ese nombre, nada tuyo,
Tómame a mí!


La riqueza ideológica la puede leer hasta un topo, lo que revela el tratamiento de Shakespeare, el artificio creador (donde muchas de las veces está la orientación ideológica), es elevar lo trágico del argumento a un alto nivel ideológico.
Sin embargo, hay lectores que se empeñan en no querer ver la ideología en obras realmente ideológicas, en este momento recuerdo la carta publicada en el Nacional del 11 de junio de 1950, escrita por Antonio Rodríguez en contra del Cuadrante de la Soledad de José Revueltas, algunos fragmentos son realmente estúpidos, dicen así: “Ambos (Sartre y Revueltas) son producto de la misma descomposición social; de la misma podredumbre, de la misma falta de fe en el hombre, que es, al fin y al cabo, la falta de fe en sí mismo. Ambos sirven la misma causa. Los dos son siervos del mismo amo”.
Luego arremete. “De hoy en adelante, el apellido Revueltas no es uno. Silvestre, el músico, es el Revueltas del pueblo, que el pueblo recordará como uno de sus verdaderos defensores y amigos. Pepe, el escritor, es el Revueltas de la parte más corrompida de la sociedad. La odia, pero en el fondo intenta desarmar a los que luchan contra ella”.
Muy probablemente estas sean las líneas más injuriosas y absurdas que se escribieron del gran José Revueltas.
Veamos lo siguiente: Camus apunta: “Así como no hay nihilismo que no termine suponiendo un valor, ni materialismo que, al pensarse a sí mismo, no termine contradiciéndose, así también el arte formal y el arte realista son nociones absurdas”, agrego que tampoco hay arte puro, pues siempre contiene por débil que sea una ideología. Lo “puro” puede carecer de significados, pero le llega su límite, pues si no deja de ser arte. Sigue Camus: “Hasta la geometría pura en que termina a veces la pintura abstracta exige también al mundo exterior su color y sus relaciones de perspectiva. Lo verdaderamente puro es el silencio”. Lo imaginario puro no existe y, aún si existiera no seria arte (significación artística), ya que la primera exigencia es que sea comunicable.

3 comentarios:

Apapachador dijo...

Hola:

Me parece excelente el comentario que haces sobre Revueltas y su concepto de arte pero te olvidaste de decir de dónde es la cita. Podrías decirme de cual de sus obras la tomaste?

Adelante con ese trabajo de difusión!!

Jorge

Flash Forward dijo...

Holas, me encantó tu nota. Lo cierto es que estoy investigando para armar una nota acerca de la influencia política en los videojuegos para mi blog y este artículo me viene al pelo. Voy a partir del Tetris porque me da la sensación de que es un videojuego al que más difícil resulta extraerle el contendio político. Tal vez necesite algo de ayuda, te dejo mi mail por si a caso te interesa: matiasmangini@hotmail.com

Jade dijo...

Me encantó siempre esa parte "¿Qué hay en un nombre? La que rosa llamo,
tendrá, bajo otro nombre, dulce aroma". Es más, pensé en tatuármela.
Es demasiado ñoño, es que estudio Letras, jajaja.

Me gustó tu blog! digo leyendo