William Ibarra
El presente trabajo tiene como propósito el estudio comparativo entre las propuestas historicistas de Eduardo Nicol en el texto La crítica de la razón: Historicismo, de un lado y, de Edmundo O’Gorman y La teoría de la historia en México, por otro.
Para efecto de lo anterior, partiré de las siguientes consideraciones en cada uno de los autores: Con Nicol abordaré su idea de la historia y la definición hecha de ciencias del espíritu; en O’Gorman me centraré en su idea de la historia y la relación hecha por él entre historia y vida.
Nicol parte de los principios filosóficos trazados por Dilthey y ahonda en ellos, primero desde una perspectiva crítica y posteriormente argumentando nuevas consideraciones al pensamiento diltheyniano, robusteciendo así el cuerpo teórico y mostrando a un tiempo la idea de historia que desarrolla a lo largo del texto.
Tomando en cuenta las consideraciones anteriores, Nicol percibe a la historia como un conjunto de realidades humanas espirituales, las cuales a su vez son conscientes de sí mismas. Empero, reconoce que en la teoría diltheyniana no ha habido consideración hacia el ser.
Asimismo, la historia es un proceso integrante de un todo—la totalidad de la actividad humana—, es dinámica y es considerada más que como una sucesión de hechos con sus respectivas interconexiones, como una entidad misma, un ser real y consciente no sólo de sí mismo, sino de una temporalidad que le permite siempre estar en la capacidad de primero conocer, y luego coordinar su existencia.
Dicha temporalidad está vinculada con el presente y para efecto de conocerse parte del principio de historicismo, por el cual explica un hecho a partir de su desarrollo, sus antecedentes, las circunstancias en las que éste se conforma y se inserta en el plano actual, entonces, el pasado sirve de herramienta exploratoria y explicativa del entorno mismo.
“También la historia tiene su mecánica propia. No basta comprobar que la vida es libertad creadora, y que cada situación histórica añade algo nuevo a las anteriores. Hay que explicar de qué manera se articula este proceso”.
Durante el texto, la denominación de ciencias del espíritu corresponde a las llamadas ciencias humanas, y éstas se diferencian de las ciencias naturales, como es sabido, tanto por su método como por su objeto de estudio. Sin embargo, ello no quiere decir que ambas no sean ciencias históricas, o que sólo una de ellas pueda ostentar este título. Si se considera que la historia misma es actividad humana, las ciencias por ser también humanas, son parte integrante de la historia.
“Hay una sola razón, que es la humana; no hay una razón específica de la ciencia natural, y otra razón para la ciencia del espíritu. La distinción entre estas dos ciencias ha de hacerse por el objeto y por el método”.
Más adelante Nicol ahonda en este apartado y sentencia:
“también las ciencias naturales son históricas. Lo son no porque hayan evolucionado en un sentido de progresiva acumulación y perfección del saber, sino porque es histórico el instrumento de que ellas se valen. La razón pura o científica es la razón histórica la misma que produce matemáticas o poesía, jurisprudencia y novela, lógica y psicología. La variedad de sus creaciones y de sus modos históricos no excluye, sino que explica su unidad fundamental. Y esta unidad, a su vez, se explica porque la razón es un constitutivo del ser del hombre”.
Finalmente, respecto a las estructuras sociales históricas, Nicol piensa que dichas estructuras son tan individuales como los sujetos humanos, pero a diferencia de Dilthey, no piensa en la individualidad como elemento constitutivo de la sociedad y la historia, pues ésta está constituida mucho antes que el hombre se forme como individuo, y es partir de la interacción entre ambos elementos cuando pueden hacerse característicos determinado espacio y tiempo histórico.
“… la individualización es un resultado lento de la evolución histórica de la comunidad. El hombre puede acaso manifestarse como unidad elemental ante nuestro análisis abstracto; pero el análisis histórico, que debe ser concreto, nos lo presenta en cada época con caracteres distintos, de mayor o menos individuación, y son estos rasgos precisamente los que permiten caracterizar a la época misma: la relación del hombre con la comunidad determina el tipo de instituciones e incluso el estilo histórico de sus creaciones espirituales”.
En lo referente a Edmundo O’Gorman, su concepción de la historia no es muy diferente de la de Nicol, insiste en que ésta no es un mero encadenamiento de hechos, pero tampoco es ella misma un hecho como tal, y sin duda tendría el carácter de histórico, pero no se limita a ser considerada como un hecho, o la sucesión de éstos. Como Nicol, piensa en que la finalidad de la vida consciente al asimilar su pasado, sirve como guía de acción para el futuro, la cual después de todo puede identificarse como una finalidad didáctica de la historia. Asimismo insiste en la intencionalidad del acontecer como fundamento del carácter histórico y por lo tanto también le dota significación.
“… desde nuestro punto de vista se puede contestar que es el acontecer que lógicamente supone como anterior la operación constitutiva de los hechos históricos propiamente dichos. Si constituir un hecho histórico es dotar de sentido a un acontecer mediante la atribución de una intencionalidad, ese acontecer es lo histórico, el acontecer previo al hecho, y respecto al cual solamente podemos decir que, cuando queda dotado de sentido, es en la forma y manera del ser del hecho histórico”.
En cuanto a la relación entre historia y vida, O’ Gorman resalta la importancia de la historiografía, la búsqueda de la verdad como función de la vida. Para el autor, la relación entre estos dos elementos está dada en la sucesión de hechos y la perspectiva historicista que se aplique para su entendimiento, no dotando a la sucesión como la historia misma, o como un conjunto de hechos que hablan por sí mismo y por el hecho de ser pretéritos son históricos, sino que por medio de la historiografía pueden hacerse inteligibles y servir al hombre.
“Vemos, pues, que el conocimiento historiográfico es la manera de actuar el pasado de la exigencias del presente, es decir, una operación que consiste en poner al pasado al servicio de la vida”.
Posteriormente a la relación entre la vida humana y el uso de la historia como medio de aprender la realidad, el autor aplica el término Vida al propio saber histórico y afirma lo siguiente:
“historia, pues, no es ni la suma de los hechos históricos, ni la sucesión de los mismos, ni ambas cosas. Es algo anterior a todo eso; pero posibilidad de, precisamente, eso. Vida, en suma, que así vive su peculiaridad de ser vida consciente de si misma, pero que, no por eso, sabe lo que sea ese vivir”.
Personalmente, considero que ambos textos resultan complementarios, por una parte Nicol ahonda en las consideraciones del medio y el individuo como medio para entender la actividad humana—la historia dentro de ella--, la razón es propia del hombre y es regidora asimismo de toda su actividad y por tanto la categoría de ciencia del espíritu es correspondiente a la propia historia, los mismo que las ciencias naturales, a pesar de su distinción; por otra parte, O’ Gorman platea la intencionalidad en un hecho y su posterior ejecución partiendo de ésta, como determinante de que un hecho sea histórico, con ello no podrán atribuirse calificativos fuera de lugar o anacrónicos a un hecho, tal como lo demuestra su tesis de la invención de América. Asimismo, también aborda la función didáctica de la historia en la vida y la consideración de ella misma como tal.
Bibliografía
Nicol, Eduardo, La crítica de la razón: Historicismo.
O’Gorman, Edmundo, La teoría de la historia en México.